Quédate con tu dios,
que yo ya he decidido quedarme
con mi humilde humanidad,
la que te ama religiosamente,
con irremediable devoción
e irrefrenable demencia.
La humanidad del insomnio incontrolable,
la humanidad del dolor en las heridas,
la humanidad de las profundas carencias,
la humanidad de los aromas naturales,
la de los océanos sin sales,
la del universo sin vacío,
la de la tierra sin agua,
la del fuego quemado,
la de las verdades a medias,
la del nombre sin apellido,
la humanamente posible,
sin artificios sobrenaturales.
Aquella que apenas
quiero ser,
aquella que apenas
puedo ser,
aquella que a penas
soy.
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