Son esos,
los días en que no soy de nadie,
los que me reconfortan.
Mis raíces estallan en mil formas.
Son bellas todas ellas,
parecen zanahorias.
Aguardan clandestinas
bajo desnudas tierras,
provocando estupores
a la curiosidad del sol,
que brota despiadada,
lumínica y calórica.
No quiere que las tomen
las manos insensibles
de los hombres cansados
de recoger vestigios
de frutos que crecieron
al margen de su luz.
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